Escrito por Natalia Franco (@enpazcontodo)
Periodista y Senior Coach Ontológico Profesional
“Pienso luego existo” es una frase que posiblemente todos hayamos escuchado alguna vez; quizás ni siquiera sepamos o recordemos quién la dijo, pero sí nos la enseñaron: en la escuela y en la vida. Y es que dicha frase, proclamada por el filósofo René Descartes hace más de 400 años, no sólo fundó las bases del método científico y marcó con ello el comienzo de la era del Racionalismo, sino que además, hasta estos días ha quedado grabada como un mandato invisible en nuestro subconsciente individual y colectivo, una impronta heredada cuyas consecuencias a veces notamos y otras ni siquiera logramos sospechar. Una de ellas -y quizás una de las más perjudiciales- es haber desvalorizado la importancia del mundo emocional.
Descartes encontró en esa frase una verdad que fuera irrefutable, pues explicó que "para pensar es preciso existir", y así fue como 3 palabras bastaron para que despreciara la importancia de la inteligencia, sabiduría y educación de las emociones; también de nuestro cuerpo y de la intuición: al menos tres cuartas partes de lo que somos como SER en nuestra complejidad humana que, por no encajar en los márgenes de la razón, fueron tornándose irrelevantes… quizás incluso hasta hoy, quizás incluso para ti, ¿puedes notarlo en tu forma de vivir?.
Por eso y mucho más, hasta la fecha nuestra sociedad sigue intentando ponerse al día con la comprensión y el aprendizaje de las emociones. En los últimos 200, años hemos acumulado mucha información y experiencia documentada sobre ellas, y aunque ya captamos que son importantes, aún nadie nos enseña en la escuela primaria, secundaria o en la formación profesional, para qué sirven, cómo entenderlas o cuál es la mejor manera de vivenciarlas en el día a día.
“Para este trabajo, deje sus emociones de la puerta de la oficina hacia afuera”, “es que tú eres muy sensible”, “¡Qué histérica, mujer!”, “calladita más bonita”, “haz de tripas corazón”, “uy, qué delicado chiquillo”, “los hombres no lloran”, “es que es operado/a de los nervios”, “hay que tener cuero de chancho”, “la risa abunda en la boca de los tontos”... ¿Te suenan alguna de esas frases? Como podrás ir sospechando, además de lo que no aprendimos sobre emociones, tenemos a cuesta todo eso que (mal)aprendimos por contexto cultural, social o familiar y que nos determinó a poder o no, conocer y expresar ciertas emociones. Desde esta perspectiva, comprender, experimentar e incorporar un autoconocimiento del tremendo repertorio emocional que tenemos a nuestra disposición, lejos de extraviarnos de lo racional, nos regala libertad, autoexpresión, coherencia, autoconciencia y conocimiento de sí mismo, efectividad en las acciones, paz.
Por eso, es clave que conozcas preceptos simples y fundamentales sobre el mundo emocional, que te pueden otorgar un preciado mapa de navegación inicial.
Gestionar mejor tus emociones, te abre a la posibilidad de disfrutar al máximo de las experiencias de la vida, a conocer la armonía, la coherencia y la autenticidad
10 aspectos claves que necesitas comprender sobre las emociones:
1. Todos los mamíferos tenemos emociones (algunos postulan que las plantas e insectos también podrían tenerlas), pero sólo los humanos podemos tomar conciencia y reflexionar acerca de ellas. Es decir, para nosotros son mucho más que un instinto de acción y reacción.
2. Las emociones acontecen a partir de un estímulo (interno o externo) que desencadena un impulso que nos mueve a (e- motion) la predisposición de actuar de determinada manera frente a la situación. Es decir, las emociones nos movilizan e impulsan con un propósito definido, aun cuando decidamos no llevar a cabo esa acción.
3. Las emociones son contagiosas, poseemos un complejo sistema de redes neuronales conocido como “neuronas espejo” que nos permiten experimentar afinidad fisiológica y emocional con lo que el otro experimenta. La evidencia más común de esto es sentir ganas de reír o de llorar frente a alguien que expresa una manifestación física de esa emoción. Por ello, el modo de aprender las emociones es a través de una inmersión o experiencia: podemos comprender sobre las emociones o la alegría leyendo un texto, mas no experimentarla solamente mediante esta instrucción intelectual.
4. Existen “emociones básicas”: alegría, tristeza, rabia, miedo, asco, desprecio. De ellas derivan entre 270 y 700 emociones mixtas identificadas por los estudios de psicología, neuropsicología y neurociencias.
5. Las emociones no son buenas o malas, cada emoción tiene un propósito y todas son importantes, por eso aunque a veces se distinguen como “positivas o negativas”, una opción más apropiada sería distinguirlas como “placenteras o displacenteras”
6. Cada una de ellas tiene un propósito claro y vital, que aporta a nuestra supervivencia y cuidado como especie, nuestra generación de vínculos e interacciones sociales, nuestra capacidad adaptativa con el entorno, entre otros. Por ejemplo: la rabia nos permite identificar cuando estamos ante una injusticia o una transgresión y nos brinda la posibilidad de poner límites; el miedo nos permite identificar una posible amenaza o peligro y nos regala la posibilidad de cuidarnos y actuar con cautela o prudencia; la tristeza nos permite procesar la pérdida de algo o alguien valioso, y nos regala la reflexividad, la posibilidad de valorar y la añoranza.
7. Las emociones tienen una duración acotada, aparecen de forma espontánea y sin controlarlas; mientras que los sentimientos son interpretaciones reflexivas que hacemos de esas emociones y tienen una mayor permanencia en el tiempo. Si un estado emocional permanece por un largo periodo de tiempo, puede llegar a constituirse en un estado de ánimo.
8. Para que podamos enseñar acerca de las emociones a los niños, es indispensable que nosotros primero las conozcamos y nos eduquemos sobre esta materia, siendo capaces a lo menos de identificar, nombrar y comprender el propósito de las emociones básicas y mixtas más recurrentes, cómo se expresan y para qué sirven.
9. Las emociones no sólo son valiosas en procesos de desarrollo personal, sino que también son actores clave en los procesos educativos, en el desarrollo de habilidades de liderazgo, comunicación efectiva y mejora de vínculos interpersonales. Por lo tanto, su relevancia va mucho más allá de lo conocido como “habilidades blandas” o “procesos de autoayuda”. ¡Recuerda que ellas movilizan a las personas!
10. Aunque parezcan abstractas, las emociones habitan en tu cuerpo, y en cada momento de la vigilia te encuentras experimentando alguna de ellas, incluso si no lo notas. También, cada emoción posee su propia frecuencia vibratoria y habita en tu biocampo incluso antes de que logres sentir una manifestación física de ella. Por ello, también pueden ser intervenidas y moduladas a través de ejercicios corporales, respiración y terapias o técnicas energéticas. Este punto es esencial, pues usualmente se busca “controlar las emociones” desde la razón y la lógica (neocórtex), cuando ellas funcionan literalmente con una zona distinta del cerebro (límbico), por lo que no se pueden controlar, sino más bien modular y regular.
Bienestar emocional: La equilibrante energía de las esencias florales
Ya hemos establecido que las emociones necesitan conocerse, poder ser identificadas, transitadas, habitadas e integradas. Y si alguien supo comprender esto desde una perspectiva integral fue Edward Bach, pues cada una de sus 38 esencias representan una emoción, un desequilibrio y un don, agrupándolas de hecho en 7 categorías o estados emocionales principales:
El miedo
La incertidumbre
El sentimiento de soledad
La preocupación excesiva
La sensibilidad a ideas e influencias externas
El abatimiento y desesperación
El sentimiento de falta de interés por el presente
Tanto las Flores de Bach como otros sistemas florales, constituyen una magnífica medicina que aporta información energética y vibracional, equilibrando la energía que está contenida en nuestro cuerpo físico y energético. Con ello, permite desbloquear la energía que se ha quedado estancada, generando el contexto apropiado para que nuestra mente, cuerpo y alma se equilibren en sintonía y con ello la vibración y expresión de las emociones pueda modularse y encauzarse de un modo armónico, saludable, efectivo.
Así por ejemplo, y si retomamos algunas de las emociones básicas, quienes necesitan equilibrar su rabia, expresarla o modularla, pueden tomar Holly, si esa rabia se ha acumulado al nivel de sentir resentimiento, la esencia Willow puede brindar perdon, o si el déficit de rabia impide poner límites, Centaury nos ayuda a recobrar la dignidad. Así también flores como Mimulus pueden dotar de valentía y fortaleza a quienes padecen miedo, o Rock Rose ayudar cuando lo que se siente en realidad es pánico. Del mismo modo, las esencias Gentian, Mustard o Sweet Chestnut podrían ayudar cuando existen estados de depresión, abatimiento, pérdida de esperanza o angustia.
Y si de emociones se trata, necesitamos hacer una mención especial a la que describe nuestra era: la ansiedad. Tomar Impatiens, Agrimony, White Chestnut o Cherry Plum, podrían ser excelentes aliados en recobrar la paz, equilibrio y serenidad. Así como cada flor ofrece una cualidad y atiende una dolencia, cada persona es un mundo; por lo que si deseas equilibrar tu sentir emocional te recomendamos buscar el apoyo de un terapeuta floral, quien sabrá identificar el mejor preparado floral para aprender a modular y ser aliado de tu sentir y emocionar.
Gestionar mejor tus emociones, te abre a la posibilidad de disfrutar al máximo de las experiencias de la vida, a conocer la armonía, la coherencia y la autenticidad. La terapia floral te ofrece acompañarte en un viaje interior hacia tu autoconocimiento, salud física, mental y emocional, conociendo tu propia paleta emocional para hacerlas conscientes, modularlas y hacer los cambios a nivel emocional que tu vida te pide hoy.
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