Escrito por Natalia Franco,
Periodista y Senior Coach Ontológico profesional.
¿Has notado como un momento de angustia, impotencia, tristeza o miedo deja una huella en ti, que puede incluso quedarse contigo cuando el mal rato ya acabó? A pesar de que las emociones no tienen una forma concreta y material de ser medidas u observadas, todos podemos dar testimonio de que son muy reales, tanto, que a veces nos impiden o dificultan vivir en armonía y bienestar, generando desequilibrios considerables.
Y es que las emociones habitan en nosotros. En nuestro cuerpo, tensándolo o expandiéndolo, disponiéndolo a la apertura y la acción, o al cierre y la huida; en nuestra mente, predisponiéndonos a interpretar la vida de una manera y no de otra, impactando con ello nuestras decisiones y forma de interactuar con otros; y por qué no, en nuestra energía o vibración, haciéndonos sutiles o densos, vivaces o estancados; dejando ecos en nuestra biología, sistema inmune, e incluso manifestándose en enfermedad.
El doctor Edward Bach, creía que el estado mental y emocional podía tener un efecto directo y muy poderoso sobre la salud física “Trate la causa y no el efecto”, es una de sus frases célebres. Por ello, a pesar de su formación científica como médico cirujano, bacteriólogo, patólogo y homeópata, fue un incansable buscador de un sistema de medicina natural, capaz de tratar a cada individuo como un ser completo y no sólo como la enfermedad que padece, ya que creía que “la enfermedad es en esencia el resultado de un conflicto entre el alma y la mente”; es decir, una consecuencia de desequilibrios emocionales no tratados o considerados al buscar el origen de las patologías. Esta motivación, lo llevó a dejar su consultorio y dedicarse a investigar cómo las aplicaciones de las plantas y las flores podían ayudar a gestionar las emociones.
Una mañana de 1930, el doctor Bach caminaba al alba por un campo en Gales, cuando se le ocurrió que cada gota de rocío calentada por el sol, podría adquirir las propiedades curativas de la planta en la que estaba, “plasmando” su esencia en ella. Así surgió el comienzo de un método para crear remedios naturales empleando agua pura, flores silvestres y la energía del sol para capturar la vibración de cada planta. Por lo tanto, a diferencia de lo que muchas personas pueden imaginar, la terapia de Flores de Bach no se basa en tomar aceites o esencias extraídas de las flores, sino en absorber su esencia vibracional, para influir beneficiosamente en la tuya.
Cómo funciona la terapia vibracional de las Flores de Bach?
"Si quieres descubrir los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración" - Nikola Tesla.
¿Eres consciente de que todo el universo es energía? Todo lo que ves en la tierra está formado por una sustancia atómica viva que, aunque no puedas observarlo a simple vista, está en vibración. Y si de moléculas “vivas” hablamos, el agua es una de las sustancias más formidables. En cada gotita de agua se produce un constante proceso de encuentro, formación y ruptura de los enlaces de las partículas con cargas eléctricas que producen miles de millones de movimientos por segundo, donde átomos de oxígeno e hidrógeno constituyen un enlace sólido, pero increíblemente agitado, excitado; ya sea que ella esté hirviendo en una tetera o en forma de hielo en la antártica.
El agua puede soportar y disolver otros elementos y se combina con todo lo que entra en contacto, por eso el investigador del agua Theodor Schwenck la denomina “el órgano sensorial de la naturaleza”, ya que el simple contacto con vidrio, aire o el sol altera su comportamiento molecular y sus vibraciones, tal como lo sospechó el doctor Bach al mirar el rocío en aquella caminata matutina. De hecho, a partir de esa hipótesis buscó un modo de “imprimir” la energía de las plantas en el agua lo que, tras décadas de observación, pruebas (incluso en él mismo) y rigurosa investigación, le permitió crear un sistema con 38 remedios que contienen la información vibracional de cada planta, su forma de comportarse y adaptarse al mundo; formulados a base de agua, luz de sol y naturaleza (en mi opinión, tres remedios básicos de la vida misma).
El método se conoce como Maceración Solar y consiste en llenar un gran recipiente de cristal con agua pura de manantial, ubicarlo en el entorno donde crece la planta específica, recolectar las flores o brotes y de inmediato colocarlos en la superficie del agua, dejando que el sol las ilumine por 3 o 4 horas. De este modo las informaciones de las Flores se transmiten mediante la luz del sol al agua, que recoge los patrones, los almacena y los vuelve a irradiar. En algunos casos, este se reemplaza por el Método de cocción, donde se hierven las flores en agua, como para reemplazar el calor del sol. Este método es utilizado con las flores más leñosas y aquellas que florecen cuando el sol está débil.
En ambos casos, el agua en la que estuvieron las flores se filtra, y se les agrega una cantidad de Brandy -licor de uva no destilado-, como conservante. Este líquido resultante, es la tintura madre a partir de la cual se elaboran las esencias concentradas que luego se usan en terapia.
Así, nuestros cuerpos físicos, compuestos en un 80% de agua, y por consiguiente nuestros cuerpos energéticos, pueden reaccionar rápidamente a esas informaciones y entrar en resonancia con ellas organizándose positivamente.
Fotografiando la vibración de las Flores de Bach
Aunque la ciencia formal sea reticente a pronunciarse e intentar explicar el modo en que actúan estas esencias, numerosas investigaciones han permitido comprobar e incluso observar las variaciones en la formación molecular y radiación bioenergética presente en las esencias florales de Bach.
Entre ellos, destacan las investigaciones realizadas por el doctor Masaru Emoto, investigador japonés que dedicó su obra a comprobar que la estructura molecular del agua registra las vibraciones de sonidos, de colores, de formas, de palabras, de emociones y de pensamientos, registrando las vibraciones de cualquier sustancia disuelta en ella ¡incluso si la disolución es infinitesimal y no detectamos en esa agua ni una sola molécula de dicha sustancia, como es el caso de las Flores de Bach!
Las investigaciones de este autor han demostrado a través de cientos de fotografías captadas con la ayuda de un potente microscopio, que los cristales congelados de agua muestran formaciones moleculares que se organizan (o no) dando forma a diversidad de estructuras similares a mandalas, como expresión visible de la frecuencia energética o estímulo al que el agua ha sido expuesta. Así, el agua reacciona ante la música, las palabras, y también ante las esencias florales.
En propias palabras de Emoto: “Disolví una gota de aceite esencial de flor de cerezo en agua destilada. La congelé y luego la descongelé lentamente: fueron formándose cristales, visibles sólo al microscopio. Los fotografié y filmé. ¿Qué forma adoptaron esos cristales de agua?... ¡La de la flor del cerezo!. Lo he repetido con otras flores ¡La forma del cristal siempre replica la geometría de la flor!... ¿Por qué? Creo que se trata de una información profunda, vibracional, que persiste y resuena: el agua la capta y la registra, y al cristalizar se visibiliza, podemos contemplar su geometría”. 1
Una comprobación similar han permitido las placas cromáticas del ingeniero alemán Dieter Knapp (1984) y las fotografías de Kirlian, también llamadas "electrografía", las que son utilizadas para retratar el campo energético de seres vivos.
Diversas pruebas se han realizado con retratar en fotografías Kirlian las gotas de Flores de Bach, brindando imágenes notables, donde incluso se distingue la “personalidad” propia de cada planta. Así, por ejemplo, esencias vigorosas como Chestnust Bud se aprecian con colores intensos y formas definidas, mientras la suave Centaura también posa etérea y tenue.
Sin embargo, más allá de cualquier medida científica o material, el efecto de las Flores de Bach es notorio, efectivo y profundo, pues actúan al mismo tiempo en el plano del alma y del espíritu.
1 “El agua tiene memoria” Entrevista a Masaru Emoto realizada por Victor Amela para el diario español La Vanguardia, enero 2013.
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